Si alguna vez has estado en Cataluña en otoño, habrás visto vendedores ambulantes que venden castañas asadas, con puestos diseminados por las calles de Barcelona, así como en innumerables ciudades y pueblos.

Esto se debe a que las castañas, o ‘castanyes’, se comen como parte de La Castañada, un día festivo que cae el 31 de octubre, el mismo día de Halloween y la noche antes del día de Todos los Santos.

Esta tradición centenaria tiene sus raíces en la época en que la gente se acurrucaba junto al fuego para comer alimentos de temporada, como castañas y patatas dulces. También se disfrutaban esos ricos mazapanes conocidos como panellets.

Todo esto se realizaba en las vísperas del día de los muertos, la noche antes de presentar sus respetos en el cementerio a sus antepasados fallecidos el 1 de noviembre.

Celebraciones similares aún se pueden encontrar en el norte de España, donde se conoce como Magosto. De igual manera existen tradiciones equivalentes tanto en Portugal como en el sur de Francia.

La Castanyada, ¿una tradición moribunda?

Una tradición en extinción

Muchos catalanes demuestran preocupación por la lenta desaparición de una tradición centenaria. Y es que los puestos en Barcelona no son tan numerosos como antes, así como resulta evidente el disminuido interés del público por mantener la celebración.

Los castañeros temen que esta costumbre otoñal se esté extinguiendo. Algunos temen que la celebración de Halloween, importada de los EEUU, termine por sentenciar a la ya golpeada castañada.

Y es que las fiestas de La Noche de Brujas en su versión norteamericana ya se consideran tradiciones locales en las zonas urbanas de Cataluña y una generación completa siente a las castañadas como algo ajeno. Pero existen otras causas que podemos explorar brevemente.

Víctima de gentrificación de algunas zonas

Se conoce como gentrificación al proceso de transformación de un vecindario popular y con bajos costos de arrendamiento en un barrio “de moda”. Esta transformación provoca un desplazamiento de los residentes tradicionales y otros cambios demográficos profundos.

Es lo que está ocurriendo, por ejemplo, con la zona de Sant Antoni en Barcelona. La dinámica cambiante de este vecindario es en parte responsable de la disminución de los negocios que venden castañas.

Lo que antes era un barrio de pequeños comercios, donde cerrajeros de 24 horas y vendedores de libros compartían espacio con la clase trabajadora de Barcelona, ahora es un barrio de moda.

Sant Antoni es ahora una de las zonas con más “hípsters” de Barcelona. Aquí la gentrificación y el aumento de los precios de alquileres comerciales y residenciales han obligado a más y más residentes a mudarse.

La pandemia y la castañada

Este año, con la pandemia desalentando a muchos vendedores de castañas, tampoco ha ayudado a la causa de la ‘Castanyada’.

No sólo eso, sino que muchas escuelas en Cataluña, que suelen marcar la fiesta con la cocción de panellet entre sus estudiantes, no participarán en esta tradición de otoño debido a preocupaciones de salud y seguridad.

Dejando de lado la pandemia, es innegable la influencia de la globalización en la popularización de la versión estadounidense de la Noche de Brujas, más comercial y dinámica.

Hace años habría sido impensable ver a los niños, y a bastantes adultos, disfrazados por la calle el día 31 de octubre. Tampoco era común que toda la parafernalia de Halloween apareciera en las tiendas un mes antes de la fecha.

Sin embargo, esto se ha convertido en la norma aquí y también en muchas otras partes del mundo. Pero los catalanes y los barceloneses son gente orgullosa.

Así que, aunque perder «La Castañada» es algo muy improbable, el 31 de octubre puede muy bien convertirse en una especie de celebración compartida entre la tradición y la modernidad.

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